miércoles, 26 de octubre de 2011

Desde el Comienzo

La idea de capturar el movimiento por medios mecánicos es muy antigua.
Si bien han existido y se han utilizado varios métodos y formas a lo largo de los siglos para dar vida a las imágenes con el motivo de entretener, tales como las sombras mágicas, la linterna mágica y el Diorama , entre otros, podemos decir que el primer gran avance hacia lo que es hoy el cine, surgió a partir del Kinetoscopio, artefacto que fue inventando a principios de la década de 1890 por Thomas Alva Edison con ayuda de William K. L. Dickson. El Kinetoscopio fue considerado la primera máquina dentro de la Industria Cinematográfica. Era un aparato destinado a la visión individual de bandas de imágenes sin fin, pero que no permitía su proyección sobre una pantalla. Era una caja de madera vertical con una serie de bobinas sobre las que corrían 14 m. de película en un bucle continuo. Lamentablemente, sus funciones eran muy limitadas, por lo tanto, no pudieron generarse grandes avances.
Inspirándose en éste, los hermanos Lumière, hijos del fotógrafo Antoine Lumière, crearon el cinematógrafo. La principal diferencia entre ambas era que el Kinetoscopio sólo podía ser visto por una persona que insertaba una moneda ya que era un artefacto muy pequeño, en cambio los hermanos creyeron que debían convertirlo en algo público, colectivo, que todos pudieran admirar. Ninguno de los dos inventos sin embargo, era capaz de captar el sonido.
El 28 de diciembre del 1895 tuvo lugar la primera exhibición con público del cinematógrafo Lumière en el Salón Indio del Grand Café, en el número 14 del bulevar de los Capuchinos de París. El programa constaba de diez películas de 15 a 20 metros cada una con una duración total de 20 minutos. Estas películas estaban realizadas por Louis Lumière e interpretadas por sus familiares y amigos. El precio de las localidades fue de un franco. La recaudación ese día fue de 35 francos. Treinta y cinco espectadores propagaron a través de la ciudad la noticia de la especie de milagro de la que habían sido testigos. Esta publicidad suplió eficazmente la falta de prensa y pronto multitudes se congregaban para acceder a las proyecciones, a pesar de que muchos entraron en pánico cuando la imagen de una locomotora en movimiento se acercaba directamente a ellos y no ingresaron al salón nuevamente hasta no comprobar que ésta se había detenido.
Por un tiempo, el cine fue considerado una atracción menor, pero cuando George Méliès usó todos sus recursos para simular experiencias mágicas, creando rudimentarios -pero eficaces- efectos especiales, los realizadores captaron las grandes posibilidades que el invento ofrecía.
A pesar del éxito, los hermanos Lumière creían que el cine, no trascendería más allá y se terminaría cuando al público se le acabara la fascinación. Para ellos, sus proyectos habían sido sólo una curiosidad y estaban lejos de formar parte de la historia. Claramente, su teoría fue errónea.